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    Al cumplir 25 años en el periodismo el Gobierno de Coahuila me entregaron la presea Antonio Estrada, de manos del gobernador Rubén Moreira, y un bono de 25 mil pesos. Quise comprar algo para darle sentido a mi esfuerzo..., un vehículo. Primero pensé en una moto, pues ya había dejado de ser jeepero hace años, pero cuando vi anunciada la Wagoneer me enamoré, sí, me enamoré de ella, pero aun no tenía el dinero y faltaban días para recibir la presea. Contacté al vendedor por teléfono, Alfredo Garza, y le pedí que me esperara una semana, me preguntó que porque me interesaba y le conté que ya había tenido vario jeeps, cinco, y seguro le caí bien porque posteriormente fueron varios compradores y, aunque le ofrecieron más dinero, no se las vendió. Él me pedía que fuera a conocerla, pero yo sabía que esa era la indicada. Al día siguiente que recibí el dinero fui por ella a Monterrey, en camión, y me regresé a Saltillo manejándola, sin placas y con los cinturones de seguridad de cintura. Para salir de la ciudad me topé con varios policías, pero por suerte ya estaban ocupados con otros incautos. En la carretera no tuve la misma suerte y me detuvieron unos federales y después de su respectivo moche me dejaron seguir mi camino. Al llegar a casa le mostré emocionado el vehículo a mi esposa y me dijo, "es igual a la cherokee que tenías, pero en vieja". Le faltan llantas, tablero, tapizada, pintada y tal vez hasta una buena levantada (lo sigo pensando). El carburador se ahoga seguido y batallo para arrancarla por las mañanas, y si se quedan las intermitentes prendidas me quedo sin batería, pero me siento feliz cuando estoy tras su volante.
    • Amor a primera vista |
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