“Un coche español de 29,500 dólares cargado de temperamento. Un coche que hace que un Jaguar parezca un Jeep”. Así comenzaba un artículo de la revista Popular Science de 1953, firmado por Frank Rowsome. Un artículo que hablaba del Pegaso Z-102 Berlinetta Cúpula, posiblemente, uno de los Pegaso Z-102 más espectaculares y raros de cuantos se hicieron. Y se hicieron muy pocos, por lo que, hablar de rareza entre rarezas, le otorga un plus de exclusividad y sí, también de magia. Magia, porque la historia de los coches Pegaso está repleta de esa ciencia oculta. Una historia que también tiene muchos claroscuros y una enorme cantidad de maldad. ¿Sabías que cuando se dio por concluido el proyecto de los coches Pegaso, se destruyó todo lo tuviera que ver con ellos? Desde moldes hasta planos, documentos históricos, fotografías… fue un auténtico delito, pero la España de aquellos años era muy convulsa y el interés propio predominaba sobre el interés general. Sin embargo, por suerte, la historia no se puede borrar y los coches, una vez en manos de sus propietarios, no se pueden destruir, aunque seguro que eso les pasó por la cabeza. Y por eso, hoy podemos conocer la obra de Wifredo Ricart en España, con un montón de personas que, en su gran mayoría, no tenían ni idea de hacer coches del calibre de un Ferrari, y, aun así, lo hicieron. Porque los coches Pegaso nacieron como escuela, como inversión a fondo perdido para formar a un equipo de operarios al más alto nivel, para que, ojo al dato, pudieran fabricar los mejores vehículos comerciales y de gran tonelaje. Es decir, se crearon para formar a un equipo de personas que tendría que fabricar camiones. El Pegaso Z-102 Berlinetta Cúpula era una proeza técnica y según algunas fuentes, fue el ganador de un concurso propuesto a estudiantes españoles, donde se les pedía que imaginaran el coche que se conduciría 30 años después. Pero esto es solo un detalle de la historia del Cúpula, pues existen dos teorías con respecto al modelo. Una de esas teorías afirma que se hicieron dos unidades de este espectacular Pegaso, mientras que la otra teoría afirma que, en realidad, solo hay una unidad, pero que fue modificada a posteriori y por eso parece que eran dos unidades. Esto, a su vez, provoca que haya dos fechas de presentación. La primera fecha de presentación es 1952, durante la celebración del salón del automóvil de París, donde Pegaso, además, presentó una unidad del Z-102 que, tiempo después, se expuso en el Earls Court de Londres, en el stand montado por Harold Radford, quien tenía, por aquel entonces, una licencia para distribuir coches Pegaso en Reino Unido. La otra fecha de presentación apunta al salón del automóvil de Nueva York, meses después de la celebración del salón de Londres, donde el Berlinetta Cúpula recibió el apelativo de “Rosa de Té”, por su color amarillo degradado. Es precisamente esta unidad presentada en Nueva York la que crea la polémica. Al parecer, se dice que era un ejemplar totalmente distinto al mostrado en París y luego en Londres, mientras que hay quien afirma que se trata del mismo coche, pero con algunas modificaciones. Actualmente, solo se conoce una unidad y en teoría, según los expertos, es la única que se ha fabricado y que fue comprada, en el salón de Nueva York, por el dictador de Santo Domingo, Rafael Leónidas Trujillo y Molina, con el que corrió la Panamericana de 1954 y posteriormente, abandonó en una base aérea. Un hecho que le sirvió para ganarse el apodo de “El Dominicano”. El coche se vendió tras la muerte del dictador. El Pegaso Z-102 Berlinetta Cúpula, diseñado por la propia ENASA, no solo era espectacular en cuanto a su diseño, también hacía gala de una técnica superior a la media. El motor, por ejemplo, era un V8 a 90 grados, con culatas con dos árboles de levas cada una y válvulas de escape rellenas de sodio. Tenía 2,5 litros de cilindrada y rendía 165 CV y 184 Nm de par, unido a un cambio manual de cinco relaciones cuyo accionamiento es al contrario de lo acostumbrado –la primera está donde actualmente está la quinta… –. Por supuesto, su apodo viene por su carismático diseño, por esa luneta trasera con forma de cúpula que se fabricó con plexiglás. Un detalle que casa a la perfección con el diseño del resto del vehículo, atípico incluso en los años 50, cuando la inventiva no tenía límites.
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